Correr y vivir

Mauricio Alfaro
3 min readAug 8, 2021

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El correr, como el vivir, consiste en dar un paso a la vez.

Imagen tomada de Tumblr.

El correr ha sido, para mí, algo maravilloso. Correr es una actividad física sumamente demandante en lo relativo a la quema calórica que implica. Es cierto. Cierto es también que el desgaste físico y, en ocasiones mental, que el correr implica es algo a considerar seriamente. Sin embargo, el acto de correr, así como las diversas implicaciones simbólicas que tiene, son sumamente estimulantes física y mentalmente, las cuales intentaré desarrollar en este texto. Espero, pues, a través de estas líneas, hacer justicia de lo que para mí ha significado correr, así como de lo que he aprendido en estos meses tan difíciles para todxs. Empezaré, por lo tanto, por lo básico: atar las agujetas.

Ponerse los tenis y amarrarse las agujetas, en el mundo del correr, equivale a abrocharse el cinturón en el mundo del vivir. Atarse los cordones es, en este sentido, el paso con el que se asume el cuerpo y la mente y se opta por comenzar a moverse. Meter los pies en los tenis, en suma, equivale a empoderar la subjetividad que uno es, y que no deja de serla al estar en movimiento.

Son los primeros pasos ágiles los que te recuerdan que estás vivo. Conforme aumenta la velocidad y se alteran el pulso y la respiración, regresas a la vida. Sentir mis piernas, observar mis pies y notar que tengo el privilegio de moverme es algo maravilloso. Poder sentir el impacto de mis pies con el piso a cada paso que doy me maravilla, y me hace pensar en lo paradójico que es el ser humano como un ente sumamente capaz en muchas dimensiones, pero también muy frágil y vulnerable.

Imagen tomada de Tumblr.

Cada paso que das, al correr, es un reto profundo de perseverancia, disciplina y humanidad. En primer lugar, la perseverancia se hace visible cuando uno emprende la carrera y, a la mitad de ella, se hace presente el agotamiento físico, pero sabes que no puedes –ni debes, ni quieres — parar. En segundo lugar, es la disciplina la que, en tanto hábito ejercido, te invita a no rendirte, a dar un paso más y no detenerte. La disciplina, gran cualidad humana, es la que, después de tener un dolor de piernas y pies, te reta a ponerte los tenis y moverte. Por último, correr es una actividad profundamente humana toda vez que te impulsa a querer, cada día, correr un metro más y no conformarte con lo que el reloj, el celular, o lo que el dispositivo que utilizas para contar tus pasos arroja.

Correr es vida y movimiento. Es, también, impulso, ambición y ego. En esta actividad del correr, tan paradójica como lo es la vida misma, se mezclan algunas de las dimensiones más interesantes de esta: templanza y humildad, por un lado; ambición y ego, por el otro. Cada kilómetro en la carrera implica, en este sentido, una reflexión de humildad de reconocerse finito y limitado, imperfecto y mortal. Pero también es un duelo interno de mente y cuerpo de querer correr un poco más, aun y cuando sabes que ya no puedes.

En conclusión, tanto en la vida como en el deporte, lograr un equilibrio armónico –o bien, un punto medio — entre mente y cuerpo es el cimiento fundamental que sostiene al edificio de la humanidad misma. En el vivir como en el correr, hay que dar un paso a la vez. Sintámonos, reconozcámonos, vivamos y disfrutemos. Hay que hacerlo más a menudo. Más en estos tiempos tan difíciles para todxs.

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Mauricio Alfaro

Politólogo por el ITAM. Interesado en temas de filosofía del lenguaje, filosofía de la ciencia, y dilemas ético políticos de las democracias.