El Partido de los Pobres: perspectivas sobre la Guerrilla y el Estado en México

Mauricio Alfaro
5 min readOct 19, 2020

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El surgimiento de la guerrilla en México resulta incomprensible si no se tiene en cuenta la estructura estática y las barreras a la entrada que “la concentración de poder y el centralismo característico del sistema político mexicano posterior a la Revolución”[1] tuvieron en la formación de grupos exógenos al Estado. Por un lado, el hecho de que la construcción de este “garantizó que una élite política -y, en la mayoría de los casos, también económica-, permaneciera en el poder”[2], puede explicar el poco dinamismo de cuadros políticos dentro de la clase política dominante y el surgimiento de guerrillas. Por otro lado, los movimientos mundiales de inspiración socialista influyeron profundamente en la formación de grupos adyacentes al poder en México, los cuales buscaban ser una oposición al Estado mexicano. Por último, la inexistencia de vías democráticas y pacíficas -de ahí la ilegalidad de las guerrillas- que le garantizaran a la población mexicana mayor participación en el sistema político mexicano explica la creación de guerrillas en México.

Si bien durante la primera parte del siglo XX el sistema político mexicano gozó de cierta estabilidad que no había tenido en años previos, “las crisis económicas, la represión y diversos fraudes electorales propios de principios de la segunda mitad del siglo XX provocaron exigencias de democratización”[3] por parte de la sociedad civil mexicana. Estas exigencias, materializadas en las décadas de 1960 y 1970 a través del movimiento de 1968, la Liga Comunista 23 de septiembre, el Partido de los Pobres, entre otros, pusieron de manifiesto el descontento generalizado que se tenía con el régimen.

El Partido de los Pobres, fundado por Lucio Cabañas, nace del desconocimiento del destino de los familiares de este y de las precarias condiciones materiales e infraestructurales de la educación rural. Es decir, ante la ausencia del Estado en Guerrero, las condiciones de pobreza generalizada en la población rural eran la regla, y la estructura económica y la producción dominantes, esta última remunerada a precios de garantía bajos, no parecían incentivar el desarrollo social y económico de dicha zona. De este modo, una vez que Cabañas se une al movimiento de Othón Salazar, la idea de que los pueblos tengan un cuerpo armado se hace patente. Carlos Montemayor expone en su obra Guerra en el Paraíso[4] la tortura y el constante atropello a los derechos de los indígenas por parte del Ejército, así como la correspondiente retórica del gobierno ante estos actos.

Por su parte, los movimientos estudiantiles mundiales, y otros que exponían la inconformidad generalizada contra el gobierno, influyeron profundamente en México. Diversos movimientos políticos, así como algunas invasiones perpetradas por las potencias mundiales con países periféricos, pusieron sobre la mesa el hecho de que el mundo estaba cambiando, y que los estudiantes, a nivel mundial, estaban buscando un lugar en la política. Además, como en México se vivió un crecimiento económico inusitado, la clase media, que crecía, quería el poder político que iba con su dinero, lo cual, según Moore[5], es un elemento fundamental en el desarrollo de la democracia.

Por último, el hecho de que no hubiera, en México, vías democráticas y pacíficas de expresión, ni libertad de asociación ni de reunión, explica que guerrillas como la Liga Comunista 23 de septiembre y el Partido de los Pobres surgieran. Esto no quiere decir, pues, que se defienda, en este trabajo, la ilegalidad, sino más bien que es natural que en un régimen político como el mexicano, donde el poder está construido por y para las élites y donde no hay ningún tipo de dinamismo dentro de ellas, hubiera una válvula de escape donde grupos desfavorecidos hicieran valer sus demandas.

Si bien es cierto que el narcotráfico y otras formas de crimen organizado han limitado el ámbito de acción de las guerrillas en México, y que la mayoría de estas mantienen una posición antipriísta, Lofredo[6] y López y Rivas[7] señalan que dichas organizaciones funcionan a través de células móviles, sin control territorial y sin implementar acciones armadas determinadas. Es decir, el papel de subordinación que los medios jugaron en la nula cobertura mediática de los crímenes de Estado señalado por Poniatowska[8], la discrecionalidad del gobierno en el manejo de estos asuntos extraoficiales y la censura a los medios ejercida por el gobierno en la segunda mitad del siglo XX dificulta demostrar si la guerrilla en México ha cambiado en los últimos años, o si es igual a aquella desarrollada por la Liga Comunista 23 de septiembre y el Partido de los Pobres.

No obstante lo anterior y que el punto máximo de las guerrillas en México fue durante el periodo denominado como la Guerra Sucia[9], un par de lecciones son las que la historia nos ofrece para evitar este tipo de expresiones político-militares, cuyas consecuencias van desde las desapariciones forzadas y la violación a los derechos humanos, hasta la sensación generalizada de ilegitimidad del régimen y de tener lo que Chomsky[10] define como Estado fallido[11].

La primera lección tiene que ver con lo que Huntington, en su obra Political Order in Changing Societies[12], mostró: las instituciones políticas tienen que ser lo suficientemente flexibles para adaptarse a los cambios sociales, de tal modo que den cabida a las preferencias sociales y políticas de los ciudadanos. Tal como la experiencia histórica lo demuestra, las instituciones mexicanas no sólo fueron inflexibles, sino que no incorporaron las preferencias sociales por abrir el sistema político a actores nuevos.

La segunda lección -que se da como consecuencia de la primera- tiene que ver con que es necesario, para el desarrollo político y democrático de México, la apertura de vías legales y pacíficas para que los sectores más marginados de la población puedan expresar sus opiniones y tengan representación en las instituciones políticas del país. La sociedad civil, así como los medios de comunicación, deben ser libres para actuar, informar a la población y ejercer la libertad que, durante gran parte del siglo XX, el PRI reprimió.

[1] Marván, I. (1997). ¿Y después del presidencialismo? Reflexiones para la formación de un nuevo régimen. México: Editorial Océano.

[2] Meyer, L. (2013). Nuestra tragedia persistente: La democracia autoritaria en México. México: Editorial Random House Mondadori.

[3] Torre Jaramillo, E. (2020) El presidencialismo mexicano en su contexto histórico: instituciones y actores. [Tesis].

[4] Montemayor, C. (2009). Guerra en el Paraíso. México: Editorial Debolsillo.

[5] Moore, B. (1966). Social Origins of Dictatorship and Democracy: Lord and Peasant in the Making of the Modern World. Boston, MA: Beacon Press.

[6] Lofredo, J. (2007). La otra guerrilla mexicana: Aproximaciones al estudio del Ejército Popular Revolucionario. Desacatos, (24), 229–246. Recuperado en 10 de octubre de 2020, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1607-050X2007000200012&lng=es&tlng=es.

[7] López y Rivas, G. (2012). Viejas y nuevas guerras sucias. El Cotidiano, (172),116–123. [fecha de Consulta 10 de Octubre de 2020]. ISSN: 0186–1840. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=325/32523118013

[8] Poniatowska, E. (1971). La noche de Tlatelolco. México: Editorial Era.

[9] López y Rivas (2012) define a la Guerra Sucia como “un tipo de crimen de Estado que –al margen de la Constitución y las leyes– tiene como propósito el aniquilamiento de los considerados “enemigos internos” por medio de su localización, seguimiento, captura, interrogatorio a través de la tortura, mantenimiento en cárceles clandestinas, desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales, todo ello llevado a cabo por integrantes de las fuerzas armadas, agentes policiacos y de inteligencia, o grupos paramilitares que actúan bajo las órdenes –usualmente– de la Sección Segunda del Ejército (Inteligencia Militar).”

[10] Chomsky, N., (2007). Estados Fallidos: el abuso de poder y el ataque a la democracia. Barcelona: Ediciones B.

[11] Chomsky (2007) define Estado fallido como uno que carece de capacidad o voluntad “para proteger a sus ciudadanos de la violencia y quizás incluso la destrucción” y que “se consideran más allá del alcance del derecho nacional o internacional” y que padecen un grave “déficit democrático”.

[12] Huntington, S. (1968). Political Order in Changing Societies. New Heaven: Yale University Press.

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Mauricio Alfaro

Politólogo por el ITAM. Interesado en temas de filosofía del lenguaje, filosofía de la ciencia, y dilemas ético políticos de las democracias.